NUESTRA HISTORIA

1874 – 2024

Con un territorio excepcional para la cría de ganado y la agricultura, surcado por importantes cauces de agua como el Río Negro y los arroyos Sauce y Zapallar, “La Invernada” es un establecimiento referente en el departamento de Cerro Largo y en el país.

Su historia en caballos y ganadería empieza con el inmigrante asturiano Bernardo Suárez del Rondelo que adquiere la propiedad en 1782 y la empieza a explotar en 1791, cuando introdujo 2000 reses provenientes de la zona del arroyo de la Virgen (Florida). Se radica en la costa del arroyo Fraile Muerto, convirtiéndose así en el primer poblador de la región.

En 1826, durante la segunda etapa de la Revolución Oriental, Bernardo Suárez puso todo su ganado y caballos a disposición del ejército patriota, que defendían el territorio uruguayo del Imperio de Brasil.

De su matrimonio con María Petronila Fernández, había nacido en 1781 su único hijo, el patriota Joaquín Suárez, quien heredó todos sus bienes. Prohombre de la independencia uruguaya, Joaquín Suárez del Rondelo y Fernández fue Gobernador Provisorio en 1828 y Presidente de la República entre 1843 y 1852, ocasión esta última en la que puso toda su fortuna al servicio del país que se encontraba sumido en la Guerra Grande.

Impedido de dedicarse a explotar los campos, por su compromiso con el país, Joaquín Suárez se los cedió en arrendamiento y posteriormente los vendió, juntamente con 1000 caballos y 22000 reses, a su hijo político José Luis Martins, casado con su hija María Suárez.

En 1874 tras el fallecimiento de José Luis Martins y María Suárez, se realizó la mensura y partición de los campos, que por entonces ocupaban un total de 93.331 hectáreas, correspondiéndole a Felipe Martins la fracción Nº 6, denominada “La Invernada”.

Aprovechando al máximo las condiciones excepcionales que ofrecían los campos para la cría y engorde de ganado, Felipe fundó un establecimiento que pronto se convertiría en referente de la pecuaria nacional.

Felipe dejó la conducción de “La Invernada” en manos de su hijo Plácido Martins, quien le agregó al establecimiento un sello distintivo: la cría de caballos criollos. Plácido no solo mantuvo la caballada que poblaba los campos de “La Invernada” desde la época de Suárez del Rondelo, sino que mediante meticulosas selecciones fue mejorando la raza, en la búsqueda de caballos ágiles y resistentes, como los que habían contribuido a forjar la Patria en las luchas de la independencia y posteriormente en las revoluciones uruguayas y riograndenses.

ZINGARO – Primer Premio y Premio Especial Melo 1947.
Nacido el 3 de setiembre de 1944, talla 1.46, tórax 1.73, caña 0.18.
Primer animal expuesto por La Invernada en una Exposición Nacional.

FELIPPE MARTINS

– mediante meticulosas selecciones fue mejorando la raza, en la búsqueda de caballos ágiles y resistentes –

FELIPPE MARTINS

La obra iniciada por Plácido fue continuada por su hijo Felippe Martins, hombre campero por excelencia, fue pionero en domar todos los yeguarizos y seleccionar objetivamente los mejores ejemplares para la cría. Así logró que su caballada, a cada generación fuera mejor que la anterior. Continuó perfeccionando la raza hasta lograr un sello distintivo de “La Invernada”, con caballos que son referencia nacional e internacional, tanto por sus bondades para el trabajo de campo como por su resistencia hartamente probada en largas marchas de hasta 750 kilómetros.

Siempre manteniendo los standares de la raza y procurando mejorarlos cada vez más, las generaciones de Martins posteriores a Felippe, y el equipo de la estancia, han posicionado a los criollos de “La Invernada” como una marca país que trasciende fronteras.

Más recientemente en el año de 2021 “La Invernada” fue adquirida por los hermanos Gabriel y Ugues Cherubini. Sabedores de la importancia de esta línea de Caballos Criollos, de todo el trabajo de selección hecho celosamente por más de 100 años, están comprometidos a mantener y mejorar esta genética, poniendo atención especial en la cría y desarrollo de los animales, potencializando la performance, para que las futuras generaciones puedan disfrutar de esta estirpe sin igual en la región.

Los Criollos de La Invernada criados en grandes espacios abiertos de naturaleza exuberante y rústica, con sus tropillas compuestas por moros, rosillos, bayos y oscuros configuran un preciado legado de la “Patria Vieja” hecha a pata de caballo.